Este rellano no era mío

Probablemente no haya una manera correcta de decir esto, así que seré directa. Creo haber perdido toda capacidad de escribir, o de hacerme entender con tanta claridad como desearía, o de autodefinirme, o de definiros a vosotrxs. No creo que vaya a poder mejorar quien he sido hasta ahora. He de reinventarme introduciendo mis pies en el caos. Me daré a la guerra y la violencia, a las miradas quietas y a las cámaras rotas. Quizás me atreva con la soledad. Por mucho que lo pueda aparentar, este no es un sentimiento que haya aparecido de sopetón. Nada de eso. Viene cocinándose a fuego lento desde hace meses, meses, meses. La sensación de haberme quedado pequeña. Prometo que mi piel tersa no puede expandirse más, no va a hacerlo.
Caminando hace unos días noté el reflejo de estos sentimientos de desconcierto en las cejas. Ahí es donde siento el desconcierto. Sentí un poco de pena, también, en las rodillas. Estaba caminando de vuelta a casa. Caminaba más deprisa de lo que me gusta, pero ese es mi ritmo de ciudad, donde paseo simulando que el miedo al fracaso me impulsa por los hombros, que es donde siento la presión. Mientras cruzaba a la derecha antes de cruzar a la izquierda y de nuevo a la derecha, pensaba en la noche anterior. Maldecía. Me había ido a la cama demasiado tarde y no había conseguido sino un sueño ligero. Sentía cansancio en las pestañas. Esto se debía a que había salido de fiesta. No soy una persona de fiesta, creo. Pensé serlo durante una temporada, durante el febrero pasado, pero en ocasiones lo pongo en duda, en especial ahora. Caminando a casa me cruzaba con gente que parecía ir más, mucho más rápido que yo. Toda esta gente tiene algo importante que hacer, pensaba, o tan sólo se lo imaginan. Estaba enfurecida. Su paso acelerado seguía cortándome los recuerdos. La noche anterior la había pasado hablando y escuchando. No hay mucho más que hacer estos días. Quizás anotar, pero esa parte la estoy haciendo ahora. Se me ha olvidado mencionar que estaba lloviendo, tanto mientras caminaba como mientras hablaba y escuchaba la noche anterior. Sentía la lluvia en las mejillas y aún la he sentido esta mañana en los pies al pisar unos charcos. Mientras procuraba que el paso incesante de la gente no me cortase el hilo, recordaba que la noche anterior no me había apetecido salir en un principio. Quizás a veces peco de negativismo, pero en cualquier caso aquella noche fue pura decadencia del espíritu de quien quizás fui el febrero pasado. Mientras cruzaba a la derecha de nuevo, recordaba que regresando a casa por la noche lo había pensado también, lo de que creía había cambiado demasiado como para intentar leer el mundo con los ojos que solía tener. No me malinterpretes, estoy segura de haber ocupado un lugar antes del que estaba más o menos convencida, donde me encontraba a salvo; pero aquí las cosas no son iguales, lo siento en las yemas de los dedos, peladas, peladas, peladas por el frío. Aquí no os conozco, a nadie. Me siento con gente que me llama por mi nombre largo y me sonríe. No sé quiénes sois.
Me veía reflejada en el portal al llegar a casa después de mi caminata, ojeras largas hasta bien entradas las mejillas. Eso no es nuevo. Me miraba a los ojos tratando de ir todo lo lejos posible. Quizás si empujo la mirada me encuentre, donde quiera que esté. Quizás os encuentre a todxs vosotrxs, cuyos nombres no recuerdo. Os preguntaría dónde estáis. Puede que no lo sepáis siquiera. Puede que yo no lo quiera saber. La noche anterior había luchado por mantener la apariencia de una especie de cojín cómodo que asiente. No sabía para quién o por qué motivo. Quizás cuando recuerde quién soy me lo agradezca. Probablemente lo hice tan solo por mí misma y la cuenta que me trae. En cualquier caso sé, lo siento en el corazón, que la gente lo estaba valorando. Tal vez ellxs también quieran ser un cojín para mí. Pobres. Si tan solo supieran que no recuerdo su nombre ni quién soy, o que esta no es mi casa y que soy demasiado pequeña, o más bien que no lo soy ni un poco, ni por un segundo, ni pensarlo siquiera. Si tan sólo supieran que echo de menos a mamá y papá.
Eso último lo siento en el pecho.
