Las hojas caen como ídolos

He visto hojas caer de los árboles y he pensado que hoy era el primer día de otoño para mí. No porque sea el primer día de otoño en general, sino porque es el primer día que me percato de que el tiempo ha estado pasando. Las hojas y los caracoles mojados me lo han chivado, devolviéndome al aquí y al ahora. Quizás la mayor inconveniencia de pertenecer al presente, al aquí y al ahora, es que no volveré a ese ser que solía ser. Pero precisamente porque no volveré a él, puedo ahora empezar a hablar de quien fui. Sé que el verano ya no es tampoco, y por eso puedo hablar de él. Sé que tú y yo tampoco volveremos a ser del mismo modo, pero no quiere decir que nada vaya a ser nunca más. Solo quiere decir que las hojas verdes están preparadas para ser olvidadas, al igual que los pensamientos que tuve en agosto; y en unas semanas las hojas habrán desaparecido del suelo y los pensamientos que tengo ahora, también.
El otro día me dijiste que estabas convencido de que el amor correspondido era lo más cercano a la eternidad, pero que, a sabiendas de esto, llevabas muchos meses persiguiendo la eternidad en el arte, la naturaleza o los libros. Ahora que los ídolos se han desprendido de sus raíces, creo tener que buscar el sentido de todo otra vez. Ojalá supiese lo que quiero para poder sentarme junto a esa eternidad de la que tú hablas y mirarle a los ojos. Ojalá ser el arte en que todo el mundo busca eternidad. Quisiera ser los árboles que yo misma admiraba hoy mientras sus hojas llovían, y ser, a su vez, sobre quien las hojas llueven. Tumbada en el suelo, cubierta por encima y por debajo de pétalos naranjas, pasaré a ser aquello de lo que me rodeo, difuminándome con la A, la E y la I. Quien fui se deshace como una hoja de huesos fríos, sus articulaciones siempre han sido agua y yo soy ahora un espejismo finito que se deja mezclar con el río. Llevándome el caudal consigo, abro los ojos y veo que no hay gravedad: estamos cayendo hacia ninguna parte. ¿Estoy yendo hacia arriba o hacia abajo? Soy la tierra y soy el cielo, el sol y la luna. Siendo árbol, hoja y río, me siento alejarme mientras mis raíces siguen quietas. Apoyada en el suelo, lágrimas caen por mi cara y tú me preguntas por qué lloro. ¿No lo ves? Lo hemos perdido todo. El presente es incierto porque he perdido el pasado. Al menos sé que el pasado ya ha sido. La ventaja de vivir en el presente, en el aquí y el ahora, es que puedo empezar a dejar ir lo que fue, porque ya no es. Lo único que es, es lo que es, y nada más. Lucrecio dice que si logro racionalizarlo todo, entonces dejaré de tener miedo. La única solución es entender que estoy hecha de la misma materia que las hojas y, simultáneamente, de las ramas de las que se despegan. Tu eternidad me espera y yo estoy cansada de esperar a ser feliz.
